one blog to find them, one blog to rule them all

Aunque el sol aún no haya salido, ni tan siquiera haya asomado ni una de sus mejillas, la ciudad se despierta y yo con ella. Hace algo de frío y observo una bonita panorámica de la luminiscencia de toda la urbe, con la tenue luz de algunas farolas, formando un todo realmente especial, como un sendero plagado de luciérnagas. Así pues, cada día se pone en marcha regular y periódicamente toda la maquinaria y personal necesario para ofrecer todo aquello que necesitamos. Muchísima gente se agrupa en métodos de transporte públicos, tanta gente junta y cuánta impersonalidad, rostros soñolientos con el “nadie conoce a nadie” grabado en su mirada, es a veces irritante la poca comunicación con la que nos expresamos fuera de una relación familiar, con amigos o en cuanto a algún aspecto comercial. Y qué decir del transporte particular, el mismo grado de no relación, 1 coche, 1 persona, originando atascos y que consiguen hacer despertar el primer quebradero de cabeza de nuestro día.

Y así pues, con aún alguna legaña perezosa descansando sobre nuestros párpados, sin apenas tacto en las manos y con un escalofrío que recorre todo nuestro cuerpo, nos dedicamos a nuestra rutina, a lo que acostumbramos a relacionar con lo cotidiano y puramente periódico.

Y es así como llego a mi lugar de destino, se abren las puertas del ferrocarril y puedo disfrutar del sol apareciendo tras la sierra del Collserola, creando un cielo tan espectacular como exótico, una extraña sensación de paz y de calma se apodera de mi cuerpo, fuerza y energía para mi devenir cotidiano. Y es que adoro esas pequeñas cosas que a la larga se vuelven imprescindibles y hacen de nuestra vida algo más y simple y más llevadero de lo que normalmente en ella acontece.