Es posible que al leer este titular más de uno se sorprenda, nada más lejos de la realidad, quizá mi objetivo sea en parte ese, atraer al lector para que se interese por lo que quiero decir, puede que lo consiga o puede que no, esa es una de las armas del que escribe y creo que esta vez debía jugarla. Pero la verdad es otra, o en tal caso, complementa a la provocación inicial ya que hace tiempo que quería dar mi opinión sobre el que fue, y para mi sigue siendo, el significado real de la palabra feminismo. Sin embargo hace tiempo que ha sido relegado a segunda definición. El error, de nuevo, vuelve a ser de concepto, de representación. De cómo una palabra que hace apenas siglo y medio significaba una cosa hoy significa prácticamente algo opuesto. Es mi indignación, y quizá también la de muchos otros y otras, de cómo se puede distorsionar un mensaje o, en este caso, tan solo una palabra.
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Quizá como dicen muchas canciones, se necesita tiempo, siempre es él, dulce verdugo de un crepitar de pasos sin nombre. Pasos que sin querer damos cada uno de los días que corremos sin detenernos siquiera a contemplar lo que tenemos delante. Se desgrana segundo a segundo y solo puedes verlo una vez. Él, sin embargo, sigue tranquilo y tentador, sentado en una ola de cambio que aún no sabe cómo tiene que romper. Sin destino ni rumbo. A pesar de eso, le sigues esperando impaciente. Nunca he tenido suficiente con una sola vez.
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Hace ya varios días veía en el blog mi amigo JRMora una viñeta sobre la gente normal. Me dio que pensar. Lo cierto es que llevo días pensando en todo lo que seis simples dibujos fueron capaces de decirme, no es que no lo hubiera pensado antes, simplemente me abrió algo más los ojos. No hay nada como un cubata on-the-rocks de sinceridad. Y aunque a veces vale más una imagen que mil palabras, hay otras donde una palabra puede valer lo mismo que mil imágenes. Este sin duda es el caso de la palabra normal. Pensando un poco nos daremos cuenta de que en un mundo donde viven más de 6.000 millones de personas, hablar de algo normal es cuanto menos, irónico.
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La información es poder. El morbo es producto. El dinero es el resultado.
Una caja de plástico que emite destellos de luz con sonidos. Eso es el nuevo profeta de un Dios inventando por enésima vez. Omnipotente. Omnipresente.
Marca tendencias y pensamientos, no hace falta ni que refleje las que se ven fuera, es tan fuerte que es capaz de crear las suyas y hacer que te las tragues. Junto con su moral. Vendida a políticos, religiosos o cualquier otro grupo de poder. Perpetuando el círculo vicioso. Continuando el patético juego.
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