¡Ricos y famosos!
Lo que siempre nos prometieron, lo que siempre vimos a través de las películas, lo que la sociedad exige actualmente para ser alguien en la vida. Ya no importa tu cerebro o tus brillantes ideas, tienes que formar parte de una jerarquía, estar en su cúspide para poder demostrar cuanto poder ostentas, vanagloriándote de ello y sintiendo en cada poro de tu piel un cinismo y egocentrismo puros de Atila. No importa cuánto estudies, lo duro que trabajes día a día, todo aquello que te esfuerces por combatir en tu guerra interior y espiritual, son conceptos tratados como triviales, innecesarios e imprescindibles. Sociedad consumista, ideales consumistas, todo aquello que si fuéramos famosos desearíamos comprar, codiciosos hasta el delirio, proclamando enseres materiales como objetos de culto, adoración e idolatrados permanentemente por la plebe.
De todas maneras, no me extraña, y si os preguntáis el por qué os responderé que por mucho que los años pasen y la situación de las clases mejore, seguiremos siendo animales de costumbres aunque luchemos. Nuestra sociedad tiende cada día más a convertirse en algo jerarquizado hasta el máximo, siglos atrás la autoridad se notaba más, ahora se ejerce de un modo similar pero con un trasfondo distinto y mucho más disimulado pero con una presión psicológica elevada al cubo. Y es así como cada día más diferenciamos entre clases sociales, creando todo un seguido de clases medias más o menos beneficiadas, o con más o menos dificultades pero con el mismo pensamiento, no querer llevar unas cadenas pero con la imposibilidad de quitárselas del todo.
Sí, aún soy joven, aún tengo pensamientos, aún veo una realidad a mi manera y la intento transmitir, muchas veces trato de pensar alguna manera eficiente de poder cambiar las cosas, de poder ser un poco más iguales, menos egoístas, en resumen, más solidarios y empáticos con todo aquello cuanto nos rodea y a la vez debería protegernos.