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Viaje al centro de los recuerdos
Esta historia no empieza aquí, de eso estoy seguro. Aún lo estoy más de que tampoco acabará aquí. Cuando el límite del tiempo es inexistente en un sentido u otro, qué razón queda para pensar en el aquí, ya sea en el tiempo o el espacio; hacerlo se vuelve casi inútil o cuanto menos, paradójico y ridículo. Cuál debe ser en ese caso el impulso para narrar un viaje hacia el centro de los recuerdos, cuál es el motor necesario para pensar que lo que un día hicimos nos pueda definir de una u otra manera si esa concepción espacio-temporal es errónea. No me refiero a que estemos atrapados en un solo instante, quizá todo lo contrario.
Silencio
Hay viejos proverbios árabes que hablan sobre el silencio, aunque sin duda el que más destaca es este: “No abras los labios si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio.” El problema no es que tenga poco que decir sino tengo poco en cómo saber decirlo, no me faltan fondos pero sí formas. Y no, no quiero que sea hermoso, sería demasiado atrevido si creyera que mis palabras pueden resultar hermosas, pero lo que sí quiero es que resulten al menos coherentes, consecuentes, sinceras y ante todo, meditadas.
¿Cuándo se fueron las palabras?
La verdad es que ya no recordaba cuándo fue la última vez que me senté frente al ordenador, cerré los ojos, y me dejé llevar por las palabras, por el camino que ellas quisieran, por el camino que ellas me guiaran. Siempre resultaban sabias y lo más importante, hacían que pensara en lo que realmente deseaba. Eran las únicas capaces de reunir y, más aún, de ordenar mis pensamientos; tenían las riendas con las que sujetar aquel caos, aquel universo de fotografías hechas relatos que a la larga resultaron ser uno de los carretes de mi vida.
Etéreo Sentimental
Si durante tu vida te sintieras capaz de escoger otro cuerpo, quizá otra mente, otro corazón; otra manera de ver, de sentir a las personas quizá podrías entender mejor y más rápido lo que quiero decir. Hablo de desarrollar un espejo para poder observar a las otras personas, y como no, a nosotros mismos. Hay momentos envueltos en dudas, confusión, donde estudias tus propias palabras y reacciones. Momentos que quizá no sabemos ver ni apreciar pero que existen, que hacen que te emociones. Momentos así, que consiguen que la vida sea más cercana, más llena de sensaciones, todas ellas envueltas entre un amalgama de inquietudes y curiosidad.