¿Por qué cuando el alma está tan cerca del cuerpo es cuando más se sienten las emociones? ¿Por qué cuando el cuerpo está tan cerca del cerebro es cuando mas se perciben los sentimientos? No hay razón, quizá tampoco lógica pero es un tipo de ecuación química que da como resultado algo demasiado sorprendente como para poder ser estudiado, algo que ni tan siquiera se ha llegado a definir, ya que como cualquier cosa, antes necesita ser comprendida, y esto, esto es algo que a veces hasta cuesta percibirlo con lo que el reto se vuelve mucho más agotador, y sobre todo terriblemente difícil.
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Aún sabiendo lo nimio que puede representar este conjunto de palabras dentro de este micro o macroloquesea que llamamos universo, y pese a que siendo humano nunca entenderé del todo ciertas reglas o momentos, aún así, todo lo que somos y que nos ha impulsado a creer que comprendíamos algo, a creer que nuestra sabiduría solventaría dudas atemporales, a creer que viviríamos en un mundo mejor y feliz, a todos esos, entre los que todos nos incluimos, os digo, bienvenidos a casa, a vuestra casa, a vuestro cerebro, pues es el único que tiene todas las respuestas y al mismo tiempo, es también el único que nunca jamás querrá revelarlas, no está incluido en el paquete y no tenemos las instrucciones de cómo accionar el interruptor.
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Escucho un crujido y, de repente, todo se detiene. Es el comienzo de un parpadeo pero no vuelvo a abrir los ojos en un largo rato, todo parece lóbrego y sin sentido. El mundo se detiene y se reduce tan solo a oscuridad. Siento que algo se ha apoderado de mí y me obliga a escudriñar todos los rincones en busca de una solución, algo que calme mi ansiedad y pueda arrojar algo de luz para despertar del pestañeo apagado. Me levanto de la silla y orquesto una vorágine de movimientos totalmente desacompasados, torpes e incluso vagos. Me siento perdido y llego a tropezar un par de veces. Rebusco en estanterías y cajones y hasta examino lugares que creía olvidados. Todo en un vano intento de recuperar las riendas de mi visión.
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Hay viejos proverbios árabes que hablan sobre el silencio, aunque sin duda el que más destaca es este: “No abras los labios si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio.”
El problema no es que tenga poco que decir sino tengo poco en cómo saber decirlo, no me faltan fondos pero sí formas. Y no, no quiero que sea hermoso, sería demasiado atrevido si creyera que mis palabras pueden resultar hermosas, pero lo que sí quiero es que resulten al menos coherentes, consecuentes, sinceras y ante todo, meditadas.
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