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La sonrisa refleja emociones tan bellas como nuestro rostro al esbozarlas. Comprobar que los pliegues de nuestra piel responden al agradable estremecimiento que las provocan. Pliegues unidos al eje de la sonrisa, los labios, caras opuestas del corazón, enfundados en su traje rojo que pide a gritos un beso. Esa sonrisa, oculta bajo las sábanas, que espera despertar escondida tras los párpados que definen el corazón. O ahora, en un parque, entre los árboles, ver como se acercan dejando sus juegos para venir a saludarme. Sonrisas sentado junto al mar, con el sol enfrente, marcándome el camino, haciendo que me sienta más vivo. Cuando un recién nacido, te atrapa el dedo con los suyos, delicados y suaves, con ligeros apretones que cambian su rostro.

La sonrisa renueva las ilusiones, se encarga de allanarnos el camino, a mostrarla más claro. Cuando la sonrisa es sincera, te hace ser la persona más feliz del mundo, no es para menos, sin ellas no se podría vivir. No importa si el que sonríe eres tú o alguien que está a tu lado. Todas las sonrisas tienen algo mágico, peculiar, un rasgo único, como el corazón.

Vi en una película que decían que es bueno acabar con una cita los escritos, siempre hay alguien que lo ha hecho mejor y que si no puedes superarlo, ve y “róbaselo”. Así pues: “Nunca dejes de sonreír, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes quien se puede enamorar de tu sonrisa” - Gabriel García Márquez