archivo :: 2008
Silencio
Hay viejos proverbios árabes que hablan sobre el silencio, aunque sin duda el que más destaca es este: “No abras los labios si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio.” El problema no es que tenga poco que decir sino tengo poco en cómo saber decirlo, no me faltan fondos pero sí formas. Y no, no quiero que sea hermoso, sería demasiado atrevido si creyera que mis palabras pueden resultar hermosas, pero lo que sí quiero es que resulten al menos coherentes, consecuentes, sinceras y ante todo, meditadas.
Soy hombre y feminista
Es posible que al leer este titular más de uno se sorprenda, nada más lejos de la realidad, quizá mi objetivo sea en parte ese, atraer al lector para que se interese por lo que quiero decir, puede que lo consiga o puede que no, esa es una de las armas del que escribe y creo que esta vez debía jugarla. Pero la verdad es otra, o en tal caso, complementa a la provocación inicial ya que hace tiempo que quería dar mi opinión sobre el que fue, y para mi sigue siendo, el significado real de la palabra feminismo. Sin embargo hace tiempo que ha sido relegado a segunda definición. El error, de nuevo, vuelve a ser de concepto, de representación. De cómo una palabra que hace apenas siglo y medio significaba una cosa hoy significa prácticamente algo opuesto. Es mi indignación, y quizá también la de muchos otros y otras, de cómo se puede distorsionar un mensaje o, en este caso, tan solo una palabra.
Tempus fugit
Quizá como dicen muchas canciones, se necesita tiempo, siempre es él, dulce verdugo de un crepitar de pasos sin nombre. Pasos que sin querer damos cada uno de los días que corremos sin detenernos siquiera a contemplar lo que tenemos delante. Se desgrana segundo a segundo y solo puedes verlo una vez. Él, sin embargo, sigue tranquilo y tentador, sentado en una ola de cambio que aún no sabe cómo tiene que romper. Sin destino ni rumbo. A pesar de eso, le sigues esperando impaciente. Nunca he tenido suficiente con una sola vez.
Gente normal
Hace ya varios días veía en el blog mi amigo JRMora una viñeta sobre la gente normal. Me dio que pensar. Lo cierto es que llevo días pensando en todo lo que seis simples dibujos fueron capaces de decirme, no es que no lo hubiera pensado antes, simplemente me abrió algo más los ojos. No hay nada como un cubata on-the-rocks de sinceridad. Y aunque a veces vale más una imagen que mil palabras, hay otras donde una palabra puede valer lo mismo que mil imágenes. Este sin duda es el caso de la palabra normal. Pensando un poco nos daremos cuenta de que en un mundo donde viven más de 6.000 millones de personas, hablar de algo normal es cuanto menos, irónico.
La televisión actual, un fascismo de masas
La información es poder. El morbo es producto. El dinero es el resultado. Una caja de plástico que emite destellos de luz con sonidos. Eso es el nuevo profeta de un Dios inventando por enésima vez. Omnipotente. Omnipresente. Marca tendencias y pensamientos, no hace falta ni que refleje las que se ven fuera, es tan fuerte que es capaz de crear las suyas y hacer que te las tragues. Junto con su moral. Vendida a políticos, religiosos o cualquier otro grupo de poder. Perpetuando el círculo vicioso. Continuando el patético juego.
Descubre al bonobo que hay en ti
Los humanos no conocemos este planeta por completo, y sin embargo, tratamos de explorar otros. Somos una especie que no se ha preocupado más que de hacer evolucionar lo que tiene a su alrededor, y no en aquello que le hace humano de verdad. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿Cuál es el destino de todo? Grandes preguntas para una especie que es tan pequeña como su historia, comparada con la longevidad del Universo. Grandes cuestiones para una especie que aún no ha asimilado su verdadero sentido en la Tierra. Y no, no soy yo el que viene a responder esas grandes cuestiones -sería demasiado atrevido si tratara de hacerlo-. Sólo pretendo recuperar una pequeña luz sobre nuestra evolución, la humana, o al menos, lo que debería suscitar escuchar la palabra “humanidad”. ¿Cómo hacerlo? Simple, tan solo me he fijado en unos primos lejanos: nuestros hermanos primates africanos, los bonobos.
¿Cuándo se fueron las palabras?
La verdad es que ya no recordaba cuándo fue la última vez que me senté frente al ordenador, cerré los ojos, y me dejé llevar por las palabras, por el camino que ellas quisieran, por el camino que ellas me guiaran. Siempre resultaban sabias y lo más importante, hacían que pensara en lo que realmente deseaba. Eran las únicas capaces de reunir y, más aún, de ordenar mis pensamientos; tenían las riendas con las que sujetar aquel caos, aquel universo de fotografías hechas relatos que a la larga resultaron ser uno de los carretes de mi vida.